ESPECIALISTAS EN MEDIOS S.A. DE C.V.
Café Político / A 231 días.
domingo, 12 de noviembre de 2017
AUTOR: José Fonseca GENERO: Columna
FUENTE: Siempre PÁGINA: 39
COSTO: $42,180.00
Versión.

No se debe tocar con ligereza lo que es peligroso dejar sin resolver. Juan Luis Vives

A 231 días de la elección presidencial, la efervescencia política, con toda su sinrazón, con toda su mala fe, ha creado un conjunto de circunstancias que parecen colocar a México y a los mexicanos en una encrucijada histórica.

Es una encrucijada a la cual, poco a poco, casi sin darnos cuenta, nos han llevado todas las energías y fuerzas que se liberaron desde la transición democrática de hace ya dos décadas.

A pesar nuestro, gradualmente se construye ciudadanía, aunque por ahora sus manifestaciones sean torpes desafíos a la autoridad, los cuales aún son entendidos como "expresiones democráticas", las cuales deben tolerarse, aunque a veces se viole la ley.

Esa parte del aprendizaje de vivir en democracia será una de las más duras, pues con el tiempo la realidad nos convencerá de que, si toleramos la anarquía, la convivencia social será imposible. Y será imposible también la democracia.

La otra parte del aprendizaje de vivir en democracia, lamentablemente, corresponde a nuestras elites, las económicas y las intelectuales, las cuales, pues en sus discursos y narrativas aún subyace una cierta nostalgia por la certidumbre de los liderazgos no solamente fuertes, sino hasta peligrosamente autoritarios.

Cuando los ciudadanos de a pie y nuestras elites aceptemos que la democracia no es la solución a todos los problemas de la nación, pero sí la única vía para consensuar mediante el diálogo y la negociación, las rutas para resolverlos gradual, pero consistentemente.

No recuerdo quién dijo que los pueblos que quieren vivir en democracia antes necesitan aprender a aceptar las derrotas. Y a superarlas, porque como las victorias, las democracias nunca son definitivas.

En la encrucijada de las elecciones presidenciales debemos estar atentos a no creer ciegamente en las promesas, a valorarlas, a sopesarlas, para tomar nuestra decisión.

Solo recordemos lo escrito por José Woldenberg, quien cita a Carlos Pereyra cuando afirma que en las sociedades modernas la democracia directa es una ilusión, es imposible.

Entendamos que tenemos muchos problemas por resolver, y que resolverlos no será obra de ningún mago, ni un milagro bíblico, que para resolverlos, en democracia, tenemos que exigir de las fuerzas políticas y de los grupos económicos, tan exaltados con la sucesión, que, si quieren nuestro respaldo a sus propuestas en las urnas, nos tienen que convencer de que tienen la capacidad de negociar y de consensuar, que se comprometan.

Dentro de 231 días elegiremos a un presidente y a un nuevo Congreso de la Unión, pero también el rumbo y el futuro de todos. Hay mucho que cambiar, pero tengamos cuidado, no sea que en afán de cambiarlo todo vayamos a tirar al niño junto con el agua sucia de la bañera.
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